
Viajar en Otoño, buscar lugares aún sin descubrir mayoritariamente y encontrar un paisaje, bellísimos lugares escondidos y gente comunicativa, dispuesta a satisfacer tus preguntas y deseos serán algunas de las cosas que nos esperan si decidimos dedicar un fin de semana para internarnos en un espacio montañoso donde las sierras se van encadenando unas a las otras dejando entre ellas poblaciones tan bellas como Alhama de Granada.
Antes de llegar, el paisaje lo va anunciando.
La sierra de Loja nos acompaña nuestro camino mostrándonos montañas bajas cultivadas con olivares y otras más altas apenas sin vegetación.
Una gran montaña aparece en el horizonte, enorme pero equilibrada, su aspecto es sereno y protector. Su belleza anuncia el frío. En su parte más alta las primeras débiles heladas han cubierto sus rocas de un suave velo blanco; la brisa que nos da en la cara, nos lo confirma y nos hace cerrarnos la chaqueta. Curva tras curva, podemos ver los diferentes ángulos de luz, y diversa arboleda que pintan el paisaje otoñal; los álamos y chopos dorados ponen el detalle brillante y colorista de esta mañana y los olivos cargados aún de aceitunas nos provocan el deseo de una tostada empapada en el oro liquido andaluz.

Por fin la carretera nos lleva a la primera vista del pueblo. Alhama de Granada se encuentra protegida por la Sierra de su mismo nombre y la Sierra de Tejeda. Y por sus laderas han ido construyendo sus casas los alhameños en busca del agua. El agua de Alhama también lleva el mismo nombre. El rio Alhama, nacido en la Sierra de Tejeda y baja acaricia las montañas con tanta fuerza que ha horadado bellísimos tajos. Antes de llegar al pueblo cede parte de sus aguas para el embalse de Los Bermejales y continúa su marcha conteniendo con su margen izquierda el límite del pueblo.
Ir en busca del agua, hasta el siglo pasado era una necesidad para los alhameños. Allí, al borde de las frías aguas, lavaban las mujeres, y allí, aprovechando su fuerza, se instalaron dos fábricas de harina, hoy abandonadas. Las empinadas cuestas que zigzaguean por las laderas para hacer factible la bajada nos evocan la dificultad con la que se encontraban los antiguos lugareños. En la actualidad, las nuevas administraciones han alisado el terreno para facilitar el encuentro con el río y su continuada obra arquitectónica en las rocas, aunque sin poder evitar los desniveles existentes.

Las espléndidas vistas sobre los tajos nos dejan ver las rocas dóciles con las que se han construidos edificios, portadas, fuentes, solerías y poyetes de forma abundante en todo el pueblo.
Abajo, muy abajo, incrustado en el roca, el río Alhama corre con prisas.Intentar seguir al río nos hace salir del pueblo, mientras lo observamos esquivando las rocas mas duras y perfilando las mas blandas para que le dejen pasar fácil y rápidamente, va formando un espectacular desfiladero donde el dorado de los chopos pone el contrapunto a las cerradas rocas.
Al pasar el desfiladero nos espera la sorpresa: un lugar paradisíaco llamado “Los baños” con una frondosa arboleda de olmos, álamos, plátanos y chopos que nos ofrecen toda la paleta de colores otoñales, y almendros, muchos almendros cuya desnudez, hoy, nos hace imaginarlos con su blanco manto primaveral.

Ahora podemos comprender el significado de la bella palabra Alhama. “hama” en árabe, significa “baño”, y aquí se localiza un manantial de aguas termales que ya eran usadas por los romanos de los que se conserva el llamado “Baño de la Reina” y mas tarde por los árabes que dejaron una preciosa sala para el baño en la que podemos admirar los hermosos arcos y el techo. El lugar es cálido y acogedor y merece la atención de mucha gente que acude para mejorar su salud pero también la del viajero que desea conocer la antigua cultura de los baños.Aquí, el río Alhama templa sus aguas traídas desde de la sierra con el aporte de las aguas termales que se desechan en el manantial antes de que se una al río Cacín con él se mezclará para llegar hasta el Genil que a su vez llevará sus aguas hasta el Guadalquivir.
De vuelta al pueblo, sentimos que la presencia de la Historia se hace evidente ya desde lejos. Casi en el centro del pueblo de casas blancas surge la silueta de la iglesia parroquial compacta, con una torre robusta que se alza marcando con su silueta el perfil del pueblo. La iglesia fundada por los Reyes Católicos conserva en su interior el escudo de España con la incorporación reciente de Granada y los símbolos de estos reyes. Aunque no es solo la iglesia sino todo el pueblo el que rezuma el recuerdo tanto de sus antiguos habitantes como de los que asaltaron sus murallas para conquistarla. De estas épocas resisten aún en pie el Hospital de la sangre, el Caño de Wamba, el barrio árabe, la Plaza de los presos, la Casa de la Inquisición, el Pósito y los restos de la muralla en cuyo interior se ha construido una casa señorial.

Todo esto conjuga perfectamente con una arquitectura popular andaluza, equilibrada y armoniosa. Pero sin duda de lo que nos llevaremos el mejor recuerdo es de sus gentes que espontáneamente salen al encuentro del forastero para ayudarle, para compartir sus conocimientos sobre su pueblo, su historia y sus vidas.

La antigua y abandonada Iglesia de las Angustias, patrona de Alhama, al final de la inclinada calle “Llana” con una preciosa vista sobre el paisaje modelado por el río queda en nuestra retina unida a nuestros deseos que el turismo sostenible llegue en forma de fondos para realizar las obras de mantenimiento y recuperación de la naturaleza y los restos históricos, pero que no cambien la forma de ser y estar de los que aquí viven.